Comportamiento que indigna

Por: Adriana Dávila Fernández

Diputada federal

Sin lugar a dudas, uno de los temas que más incomoda al ciudadano Presidente, desde el inicio de su gestión, es el relativo a las mujeres en toda la extensión de la palabra, pues cada uno de sus dichos y sus acciones no ha respetado y mucho menos garantizado nuestros derechos, entre ellos, el tener una vida libre de agresiones de cualquier índole. En suma, no ha querido hacer justicia ni para las que le otorgaron su voto y hoy están francamente decepcionadas por su comportamiento indignante. Ejemplos sobran.

Si hubo colectivos que se manifestaron en actos de protesta por la recurrencia y aumento de cifras en los feminicidios, lo único que atinó a defender fue que no se pintaran ni destruyeran los monumentos ni las puertas de su palacio temporal. Vamos, en su momento tuvo más peso la rifa no rifa de un avión promocionado como premio, que nunca se entregó.

Hace un año, después de los señalamientos de una activista sobre este grave problema, presentó un decálogo, plagado de lugares comunes y frases hechas que más bien fue una lista de «buenos deseos», solo para demostrar que su gobierno era ‘feminista’. Simular preocupación le ha dado buen resultado, cuando lo que no ha tenido es voluntad y compromiso para combatir y erradicar cualquier forma de violencia contra las mujeres.

La ausencia de estrategia, a más de dos años de esta administración, es motivo de alarma y decepción, pero no sólo del actuar presidencial que es predecible, sino de muchas que durante décadas lucharon, sin importar color ni bandera política, por reivindicar los derechos de las mujeres, porque hoy simplemente, en palabras del inquilino de Palacio Nacional, han decidido «callar como momias«. Su silencio, además de injustificable, es cómplice asesino.

Un presidente que presume en todo momento de escuchar y obedecer al pueblo, reiteradamente no ve ni atiende, incluso desprecia, las voces femeninas, como si nosotras no fuéramos parte del conjunto viviente. Públicamente ha sostenido que deberíamos quedarnos en casa para atender el hogar, porque «la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres«.

La reacción presidencial a los cuestionamientos sobre la candidatura de un presunto violador al gobierno de Guerrero, hoy senador con licencia, da cuenta exacta de dónde estamos paradas. No hay el más mínimo interés por impartir justicia cuando se trata de aclarar o resolver hechos que ocurrieron en el pasado neoliberal, pero que le estorba cuando se ataca a sus impresentables incondicionales, a pesar de los recursos y los testimonios de las víctimas. Como solo le importa el recuento de votos a su favor, ahora resulta que él no «debe» meterse en asuntos locales, que lo mejor es que el pueblo guerrerense hable mediante encuestas y que esto es cuestión de adversarios políticos que pelean el puesto. ¡Qué fácil lavarse las manos de esta manera y evadir su responsabilidad de resolver este asunto y pedir cuentas a las autoridades locales y federal!

La resistencia del gobernante, por desgracia, no es nueva, como tampoco lo son las licencias de impunidad. ¿Usted recuerda acaso una llamada de atención o reprimenda pública al finado ex líder de autodefensas en Michoacán al referirse a las mujeres de forma despectiva y soez?

Ante este comportamiento que indigna, valdría la pena cuestionar qué favores se pagan y a quién por avalar la candidatura de un hombre denunciado por violación. Las mujeres violentadas en este país no merecen un «ya chole con las denuncias». Quieren justicia. Huecas suenan las frases de queja contra la impunidad del pasado, si quien se precia de combatirla, la sigue fomentando. Indignante es esta narrativa incongruente del que ha asignado las candidaturas de Morena en 2015, 2018 y las que asignará para el proceso electoral de junio próximo: Andrés Manuel López Obrador.

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