¿Cuál era su nombre?

Tlaxcala, 15 de abril de 2020

A estas alturas, con todos los acontecimientos mundiales ocurridos desde diciembre del año pasado, muchos mexicanos estamos instalados en la preocupación, prevemos escenarios económicos muy malos; nos entristece la muerte de cientos en nuestra tierra, más las que vienen; nos indignamos por el trato injusto, indecoroso que reciben los héroes de blanco; los médicos y personal que dedica su tiempo a cuidar nuestra salud; y una lista muy grande de inquietudes y malestares por lo que pasa día a día en todos los sectores de la sociedad; dudas, ansiedad por lo que sucederá las próximas semanas y por supuesto la esperanza de que también saldremos de ésta.

No falta quienes ya se convirtieron gracias a tantas noticias y falsas noticias en epidemiólogos, expertos en salud, previsores económicos, jueces y portadores de la verdad. No faltan desafortunadamente los necios y estúpidos que siguen pensando con las tripas, tomando las peores decisiones, diciendo las más vergonzosas frases y dando la más tristes muestras de ignorancia, falta de solidaridad y más de sentido común. Hay muchos ejemplos de los que todos sabemos, insisto por la abundante información que nos llega desde diversos puntos.

Hoy por la mañana, leí con atención la publicación en un periódico de circulación nacional, en donde se dio cuenta de la información que se vierte desde todos los rincones del país, para dar cuenta del número de personas infectadas por el Covid-19, el número de decesos, de casos sospechosos, de quienes ya libraron el mal, etc.

En la nota periodística, enlistan algunos estados -entre ellos Tlaxcala- que en apariencia son opacos con la información proporcionada a la federación. Dicta la nota “hay estados que hasta ahora se han negado a informar con precisión sobre el avance de la epidemia en sus municipios, los cuales son: Estado de México, Ciudad de México, Querétaro, Tlaxcala y Yucatán”.

Leo que no se trata de opacidad en los números, sino en datos precisos que indiquen casi casi, el nombre, la dirección y detalles que no sólo afectaría a las personas en la protección de sus datos personales, sino por consecuencia en el trato que los otros ciudadanos den a los enfermos, los finados y sus familiares.

Me pregunto que será mejor, ¿conocer esos detalles? o saber que las cosas si están graves, que si tenemos obligación de cuidarnos y no tomarlo a la ligera.

Lo digo porque en los hechos, hemos sido testigos del daño que la falta de valores, de inteligencia o el exceso de información poco útil, ha provocado en personas, la predisposición en el mejor de los casos, y en el peor, los ataques brutales de que han sido víctimas desde médicos, enfermeros, etc; hasta personas con sólo sospechas de portar el virus.

Para no irnos lejos, aquí en Tlaxcala, en cuanto se dispersó la información -no oficial- de nombres quienes aparentemente portaban el virus, comenzó una campaña de desprestigio en su contra y contra sus negocios. Incluso conocidos y conocidas (personas que creí con mayor inteligencia y sensatez, a través de sus redes sociales, enjuiciaron y señalaron a quienes -estoy segura- no tenían ninguna intención de contagiar a nadie.

No quiero imaginar lo que ocurriría en un municipio o comunidad, al enterarse de que el vecino es portador. Por favor, todos podemos serlo si no tomamos las medidas necesarias. No sería culpa del vecino, sería culpa nuestra el no entender la dimensión del problema. No se trata creo yo de satisfacer morbos; ya supimos de la muerte en México de 449 personas al día de hoy. No necesito saber su nombre ni dónde vivían, sólo que su muerte sirva para saber que  esto aún no termina, para cuidar más de nosotros. La fase III ya está a la vuelta de la esquina.

Sólo es mi reflexión desde casa, gracias por leerme en este espacio. Hasta la próxima si no pasa otra cosa.

América Atenea Montoya Ortega

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