De reversa con el avión

Adriana Dávila Fernández

Dice un refranero popular que «prometer no empobrece, dar es lo que aniquila», y se diría que en términos políticos «cumplir» la palabra dada es lo que aniquila. Lo anterior viene a cuento porque el hoy presidente de México, durante mucho tiempo y como consigna de campaña, prometió, desde diciembre de 2108, que vendería el avión presidencial y que el dinero sería para el pueblo, porque era símbolo del lujo excesivo del poder público, opulencia y fruto de la corrupción, elementos característicos de la mafia del poder.

Uno de sus primeros actos simbólicos fue su decisión de enviarlo a un centro de mantenimiento de Boeing en Victorville, California, para venderlo. Al cumplirse el primer año de gobierno y ante las revelaciones periodísticas de que tenerlo estacionado costó a las y los mexicanos la nada despreciable suma de más de un millón trescientos mil pesos mensuales por concepto de «pensión», ya no fue posible mantener las mentiras, los pretextos y las justificaciones del por qué aún no se vendía, por lo que hace apenas unos días regresó a México.

Este fue un tema predilecto del titular del Ejecutivo, quien en sus conferencias matutinas dijo que había varios millonarios interesados en la «lujosa» aeronave. Incluso mencionó que, entre otras tantas personalidades, se le había ofrecido a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos; difundió incluso la idea de que iba a ser muy fácil la venta, porque existían «compradores potenciales». Y dado que ninguno de estos supuestos se presentó, pues decidió entonces “rifarlo” en el sorteo del 15 de septiembre de la Lotería Nacional, por lo que comprometió -¿obligó?- a varios empresarios a comprar «cachitos».

En algún momento aseguró que se encontraba en la etapa final para cerrar la operación. Y todavía hace unas semanas, reiteró la versión de un posible comprador que aportaría una parte en efectivo y otra en equipo médico. En fin, el dinero se comprometió para distintos frentes, desde la Guardia Nacional hasta el apoyo a los países de Centroamérica, pero el tiempo pasó y ni apareció el Jeque árabe o multimillonario alguno dispuesto a pagar los 150 millones de dólares.

Resulta un tanto incongruente que mientras se pagaba tanto dinero por el avión en el extranjero, aquí vivimos en una crisis económica que, sin duda, se agravó por la pandemia, al no existir crecimiento, ni empleos, ni ingresos, tampoco hay forma de recaudar impuestos, además de que se han desmantelado instituciones y se ha recortado el 75 por ciento del presupuesto de las dependencias oficiales en nombre de la «austeridad republicana», por el obstinado afán de obtener recursos públicos a costa de lo que sea para mantener una política electorera. Este gobierno «austero» tendrá que dejar de lado este capricho de pagar un hangar para guardar el avión TP-01, además del mantenimiento, que eran alrededor de 67 mil dólares mensuales más.

La verdad de las cosas es que el próximo 15 de septiembre se va a rifar el «avión presidencial» y, aunque la aeronave ya está en nuestro país, no se va a entregar a la persona que tenga el boleto con el número ganador, lo que significa que tendremos un sorteo magno sin premio mayor. En términos prácticos, se rifará el avión, pero no se entregará. Acto mentiroso y manipulador de la esperanza de muchos que comprarán «un cachito» para sacarse el primer premio. También olvidó decirles a los habitantes de este país que el avión no se podía vender porque está sujeto a un crédito de financiamiento.

Todo este asunto del avión presidencial solo refleja las prioridades de este gobierno. En medio de las crisis sanitaria, de seguridad y económica, el presidente está empeñado en imponer su narrativa y no en atender los graves y complejos problemas que hoy enfrentamos por sus decisiones a modo.

Le importa más el «vamos a tener una mañanera en el hangar presidencial. Habíamos quedado de que lo iban a conocer, porque los compromisos se cumplen», que cumplir lo que prometió: generar riqueza, porque hoy hay crecimiento cero y una alta tasa de desempleo; seguridad pública, porque los índices de violencia, a pesar de la pandemia, son alarmantes.

Mientras no se entienda que necesitamos bienes y servicios públicos de calidad, y se pretenda de manera mañosa impulsar el circo político con actos de evidente manipulación, no lograremos salir de donde estamos.

 

 

 

 

 

 

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