Declaración de guerra con un muro de paz

Por: Adriana Dávila Fernández

Diputada federal

No cabe la menor duda de que México hoy, no es un país con mejores condiciones de vida, y en especial para las mujeres. Sin importar edad ni condición social, somos las más afectadas por las erráticas decisiones de la actual administración, que disfrazadas de «austeridad», han propiciado recortes presupuestales, eliminado programas sociales -como las estancias infantiles para el cuidado de los hijos, los tratamientos contra el cáncer, los refugios en caso de violencia familiar-, y aumentado significativamente los feminicidios. Rápido retroceso en menos de dos años y medio.

Aunque los morenistas y sus aliados se nieguen a reconocerlo, su forma de gobernar ha quitado opciones reales de desarrollo para las mujeres y, lo peor, con sus fallidas estrategias de seguridad, nos han dejado en riesgo y constante peligro.

Por desgracia, no encuentro elementos para pensar que vaya a darse el necesario golpe de timón que dé respuestas oportunas, funcionales y sensibles. Más allá de una narrativa triunfalista o de autoproclamaciones sin sentido («este es el gobierno más feminista«), la realidad en datos indica que tenemos un grave déficit en resultados de beneficio común para el grueso de la población femenina.

Ante la exigencia de miles de mujeres de quitar la candidatura a gobernador de Guerrero a un presunto agresor sexual-, el «ya chole» presidencial es simplemente una extensión de sus barreras mentales que busca frenar el crecimiento de las mujeres y reducir su potencial al cuidado de los hijos, de los adultos mayores, personas con discapacidad o enfermos. En pocas palabras, las mujeres son para la casa.

Ahora resulta que si alguna decide manifestar su descontento o exigir sus derechos, seguramente es porque ha sido “manipulada por las fuerzas neoliberales, llenas de conservadurismo, que lo único que buscan es desestabilizar al gobierno y dañar el patrimonio de México”. Vaya manera de minimizar nuestra capacidad de razonamiento e indignación individual.

El gobierno decidió violentar nuestra dignidad. Su muro de paz es una abierta declaración de guerra. Hay que poner un alto al principal violentador de este país, el que habita temporalmente en Palacio Nacional, y a quienes lo secundan por miedo o por conveniencia política, solo para tener su beneplácito.

Los que en su reciente pasado opositor, mujeres y hombres, se decían feministas (por ser de izquierda) hoy guardan silencio, desvían la mirada y hasta justifican las imposiciones y arbitrariedades del único patriarca que reconocen.

¿En dónde están esas y esos feministas de ese movimiento patriarcal?

¿En dónde están las mujeres que lucharon desde la izquierda por nuestros derechos?

¿Es necesario activar una búsqueda de congruencia extraviada?

¿De qué sirve tener una nutrida presencia de mujeres en los Poderes de la Unión, si no tienen capacidad para analizar, debatir y tomar decisiones a favor de nuestras causas; si solo son usadas para convalidar resoluciones del gobierno, utilizadas para acatar órdenes, defender lo indefendible y justificar lo injustificable; si solo las llaman para aplaudir las ocurrencias presidenciales? Exhibición simulada de lo que representa la paridad para este gobierno.

El movimiento de mujeres ha logrado cohesionar, de formas diversas y muy creativas, las manifestaciones digitales y/o presenciales para exigir derechos elementales, como es la vida. Mientras no se entienda el por qué nos unimos, sin importar ubicación geográfica, ideología, raza, edad, de poco servirán las palabras huecas que salen desde el gobierno federal para inhibir la desigualdad y la violencia. Por eso es que a nosotras, Mexicanas al grito de guerra, nos toca luchar por nuestros derechos y evidenciar la fantasiosa idea de transformación con palabras y sin justicia en los hechos.

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