El incomprensible alargamiento del cierre del ciclo escolar

Por: Abelardo Carro Nava

Resulta bastante extraño, por no decir incomprensible, que hoy día quien se encuentra al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), “desconozca” la serie de actividades escolares y administrativas que se desarrollan en los planteles en cada uno de los ciclos escolares que esta instancia programa pues, como se sabe, su tránsito por las escuelas y dirección de las mismas en educación básica, pudo haberle dado esos referentes que la llevaran a tomar una serie de decisiones de singular relevancia en nuestros días. Me refiero, particularmente, al cierre de las actividades en las instituciones educativas.

Las razones, motivos o circunstancias que han orillado a los titulares de esta Dependencia para se agreguen más días de actividades o clases efectivas en las escuelas – sea lo que eso signifique para la SEP –, reduciendo los periodos vacacionales, pueden entenderse en la medida que comprendamos que, en nombre de la tan prometida y anhelada calidad educativa, se han tomado las decisiones más inverosímiles de las que hemos sido testigos. Sirva como referente que, por ejemplo, en el calendario escolar 1985-1986, se contemplaban 9 semanas de vacaciones, iniciando en junio para finalizar en los últimos días de agosto; pero, en el calendario del año que está por terminar, el 2021-2022, se consideraron 4 semanas de vacaciones pues, como se sabe, inician después del 28 de julio para culminar el 26 de agosto.    

Consecuentemente pareciera ser que la formula: más días de clases efectivas genera mejores y mayores aprendizajes, ha sido la premisa que ha movido a las autoridades educativas a reducir los tiempos de descanso de todos los actores involucrados, pero ¿esto es cierto?, ¿qué evidencia existe en nuestro país sobre este asunto y que podría sostener esta premisa? Si existe, ¿por qué la misma SEP no se han encargado de difundirla entre la sociedad mexicana para que estemos enterados de todos los beneficios que trae consigo?, ¿es una decisión que obedece a políticas internacionales impuestas por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, por ejemplo?, ¿no habría la imperiosa necesidad de realizar los ajustes que atiendan y respondan a las diversas voces, estudios y/o planteamientos que emanen de investigadores, académicos, colectivos docentes, alumnos y padres de familia? Digo, después de este ejercicio, y con las evidencias en la mano, estoy seguro que las cosas no serían como hoy las pintan desde la SEP o de los gobiernos en turno.

Ahora bien, si lo anterior pudiera considerarse relevante por la incomprensión que planteo, hay otros elementos que son aún más incomprensibles, por ejemplo, el que los docentes tengan que evaluar a sus alumnos a principios de junio para que, a mediados de este mismo mes, cuenten con la información y/o datos que les permita registrarlos cuando se habiliten las plataformas en las Secretarías de Educación de los estados; es decir, una vez que la autoridad educativa así lo indique, porque así está estipulado en el calendario escolar, la maestra o maestro tendría que registrar un valor numérico (calificación), con sus respectivas observaciones, en dichas plataformas. Hecho esto, se genera un fenómeno muy conocido y que tiene que ver con la perdida de interés del estudiantado hacia los temas a abordar y estudiar porque, de alguna forma, dado su tránsito escolar, se ha vuelto consciente de que ya ha sido evaluado y, por tanto, lo que haga o deje de hacer ya no afectaría su rendimiento o aprovechamiento académico. Fenómeno que, desde luego, se traslada a casa, sobre todo cuando algunos padres de familia también pierden el interés de apoyar a su hijo o hija, en razón de la evaluación realizada y que he referido.

Lo anterior puede entenderse si comprendemos, que la dinámica de trabajo que ha permeado en el Sistema Educativo Mexicano a través de los años es: inicio del ciclo escolar, asignatura (s), clase (s), estudio (s), examen, fin del ciclo escolar. Pensémoslo bien, esta dinámica ha penetrado hasta los huesos en el Sistema y, desde luego, la propia SEP no ha buscado ni ha emprendido nuevas acciones o acciones diferentes para revertir un proceso que, bien valdría la pena, revisar con detenimiento. En este entramado de situaciones, ¿dónde quedaría el juego en cualesquiera de sus modalidades en los espacios escolares a lo largo del ciclo escolar? Solo por citar un ejemplo.

Si, con seguridad alguien me podría decir que las escuelas y los docentes gozan de relativa autonomía para proponer actividades de reforzamiento u otras de trabajo que favorezcan los aprendizajes de los estudiantes, pero, a fuerza de ser sinceros, ¿no acaso el Sistema Educativo Nacional ha sido tan, pero tan vertical y autoritario que, por donde quiera que se mire, poco o nada favorece dicha autonomía escolar y docente?, ¿cuántas maestras y maestros no son llamados a rendir cuentas porque no está reforzando los contenidos para “generar” aprendizajes en los alumnos cuando, como se sabe, ni el libro de texto ni las guías escolares son las únicas herramientas o instrumentos para ello porque, indiscutiblemente, existen otras estrategias?, ¿cuántas de las autoridades educativas de las entidades han propuesto que los colectivos docentes de las escuelas diseñen, desarrollen y evalúen otras estrategias para este propósito? Insisto, el modelo: asignatura, curso, estudio y examen, ha calado hasta los huesos. En fin.

El desgaste, cansancio, estrés e incertidumbre entre buena parte de los docentes ha sido notorio en estos días. Ojalá fuera porque la única actividad que tuvieran que realizar es para la cual fueron formados, dar clases con todo lo que ello implica: planear, desarrollar la sesión y evaluar, pero no. Quienes hemos tenido la oportunidad de transitar en una escuela, sabemos que la carga administrativa asignada en los últimos años, ha sido uno de los tantos factores que han generado un desgaste de importantes consideraciones en la salud física y mental; sí, una carga administrativa, muchas veces absurda y sin sentido que, mayormente, queda archivada o en el bote de la basura de las oficinas de las autoridades educativas. ¿En serio alguien piensa que el trabajo docente termina después de la jornada escolar?

Reiteradamente se le pide a la maestra y maestro que les pregunte a sus alumnos cómo se sienten y por qué piensan que se sienten de esa forma; esto, con la finalidad de visualizar y, en su caso, atender su estado emocional como parte de una educación socioemocional que debe impartirse en las instituciones educativas; sin embargo, ¿cuándo la SEP o las autoridades educativas le han preguntado al docente cómo se siente y por qué se sienten de esa forma?, ¿acaso no se habrán dado cuenta que también es un ser humano?, ¿qué acciones ha emprendido esta Dependencia para ofrecer apoyo psicológico o terapéutico a los mentores?

Y bueno, para que esta serie de ideas no queden en un tema que podría ser catalogado como crítica a una autoridad, dependencia o gobierno, les propongo una sencilla premisa: menos es más. Y no con ello me refiero a ese principio de la calidad que tanto he señalado y criticado, me refiero a las posibilidades de reorganizar el sistema para que, los profesores y las escuelas, puedan proponer sus esquemas de trabajo donde el descanso, recreo y el juego, intercalado con las horas de estudio, por ejemplo, no se vean como una pérdida de tiempo, sino una alternativa a través de la cual también se puede aprender. Dejemos de imaginar que más días de clases efectivas generaría mayores y mejores aprendizajes. Atrevámonos a proponer algo diferente, fundado en la ciencia, el estudio y las investigaciones del desarrollo del ser humano, pero también, en las voces de los diversos actores o en las iniciativas de los colectivos docentes. Preguntémosle al alumno, preguntémosle al docente.

Al tiempo.

Con negritas: hasta el momento en que cierro estas líneas, al menos 14 estados de la República Mexicana han adelantado el fin del ciclo escolar 2021-2022 por razones diversas, entre las que destacan: las altas temperaturas en las regiones, el incremento de los casos de Covid-19, falta de agua y condiciones de infraestructura en las escuelas, ciclones y huracanes, lluvias e inundaciones (Milenio, 2022); desafortunadamente todas estas cuestiones, que si bien son justas y razonables en razón las consecuencias que podrían traer a la población, ninguna de ellas considera lo que he expuesto en párrafos anteriores; pienso, que la salud física y mental de todos los actores involucrados no es un tema prioritario que lleva a ciertas autoridades a tomar una decisión, también justa y razonable, para culminar el ciclo escolar antes de lo previsto.

Referencias:

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