Hablando de mujeres

Por Miguel Ángel López Farías

En México, como en muchas partes del mundo se practica la misoginia, ante los ojos de lo cotidiano vejar o disminuir a la mujer es parte de los cuadros costumbristas, la «domesticación» del hombre se da desde el hogar y nos lleva a considerar a la mujer como un ser débil, menor, incapaz de defenderse por sí misma, por ello es que la gran mayoría del sistema de creencias nos lleva a concluir y aceptar que lo que le pase a la mujer no es importante, que no son «objeto» de un mejor trato.

Por fortuna, y aunque las buenas conciencias no acepten las formas, muchas mujeres comienzan a quitarse esa camisa de fuerza histórica, comienzan a «entender» que no merecen está condición, y sí, se fueron a los extremos, pero ninguna revolución dirige sus pasos sobre los manuales de lo correcto.

Muchas mujeres mexicanas están furiosas, se sienten heridas por todo un aparato social y de gobierno que sencillamente las ha ignorado, pero nunca se había mostrado tan ofensiva como lo que hoy arroja el estado, hombres (y lamentablemente mujeres) que ocupan el poder y han minimizado las protestas feministas. Un terrible error, uno que se apunta como el mayor descuido y tendrá costos muy altos para la alegórica 4T.

Algo se ha comprobado, los hombres hemos fracasado en muchas áreas, el terreno político es uno de los más visibles, son más los hombres manchados por la corrupción, varones que han torcido todas las leyes, que han asesinado, que han robado, que han prostituido principios y que han llevado a esta nación a un caldo de mentiras y excesos, de simulación, frustración y fracasos.

A las mujeres, me queda claro, las conducen otro tipo de valores, mucho más humanos, con mayores dosis de sensibilidad; son protectoras y tienen ojos generosos ante la vileza humana.

Los tiempos de pensar en ellas como verdaderas jugadoras, como capitanas de esta nación deben ser aceptados, el momento de abrirles las puertas y hacerlas aún más fuertes es hoy, que sean presidentas de México, que sean dueñas de empresas, que sean generales del ejército, que dirijan partidos políticos, que sean gobernadoras, que se conviertan en rectoras, que dirijan aeropuertos, buques, transaccionales, que encabecen las instituciones que hagan lo que mejor saben: CREAR.

Ellas ya no pueden ser más el objeto de reproducción o de placer, ni un «artefacto» decorativo, si en este gobierno las han despreciado es por qué se le ha permitido, pero esto toca a todos, en cualquier área, a ellas les debemos mucho, son varios siglos considerándolas subnormales y ello es un terrible error, uno que demuestra que el hombre en el fondo tiene miedo a ver crecer la figura más poderosa de la naturaleza, la única capaz de dar vida: a las mujeres.

No es regaño es, Picotazo Político.

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