La oposición y su crisis

Marco Antonio Ferriz ZMarco Antonio Ferriz Z.

Desde el inicio de su administración, la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros ha gustado siempre de presumir sus números de aprobación reflejados en encuestas, particularmente aquellos publicados por el Grupo Mitofsky, haciendo a un lado las estadísticas de aquellos estudios demoscópicos incómodos que la reprueban.

No puede objetarse la seriedad de Mitofsky, cuyos números muestran una seria consistencia. Sin embargo, esa misma seriedad debiera llevar a la gobernadora a una preocupación por sus números de aprobación comparados con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

El último trabajo publicado apenas este jueves por Mitofsky, refleja una diferencia de 12.6 puntos porcentuales entre López Obrador y Cuéllar Cisneros. Una distancia bastante alta que la ubica entre los 10 con más diferencia en el país.

Lorena Cuéllar Cisneros trae una aprobación de 55.4 por ciento, mientras que López Obrador alcanza el 68 por ciento en Tlaxcala.

Si la elección fuera ahora mismo, con esos números el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y sus aliados tienen asegurado un triunfo electoral. Es muy posible que les alcance para ganar las dos senadurías de mayoría, las tres diputaciones federales y, por supuesto, la presidencia de la República.

Sin embargo, aunque en las elecciones locales las candidaturas morenistas pueden resultar favorecidas, es muy probable que los resultados no sean como los esperan la dirigencia y la propia mandataria estatal. Hay factores que hacen pensar en la emisión de un voto diferenciado que bien pudiera meterles en aprieto en los ayuntamientos y en las diputaciones locales.

Las administraciones municipales gobernadas por Morena han sido una verdadera decepción. Y en algo muy similar andan las diputadas y diputados locales.

Por eso mismo es que Morena y sus aliados deben, por obligada estrategia, seguir la voz de López Obrador: voto parejo. Pedirlo desde ahora, y redoblar ese llamado en campaña. Sólo con un voto así seguirán con su holgada mayoría en el Congreso del Estado y gobernando más del 50 por ciento de los municipios.

La experiencia indica que un mal gobierno es castigado con el voto de castigo, y los malos gobiernos se ven, sobre todo, en el ámbito municipal.

El porcentaje de aprobación de Cuéllar Cisneros pudiera ser indicativo de una cerrada elección en lo local, mientras que la aprobación de López Obrador pudiera serlo en sentido contrario en la elección federal. Pero el tabasqueño no estará en la boleta electoral y la candidatura presidencial aún no está definida ni la unidad interna asegurada.

El problema de la oposición es que mientras no se limpie la cara y resurja de su profunda crisis, ninguna posibilidad tiene de ganar elecciones importantes en Tlaxcala. No se ve ni hay trabajo. Más bien hay ilusión de un voto de castigo, motivado por la deficiente administración que hasta el momento existe en el gobierno del estado y en los municipios. De no ser por eso, ninguna posibilidad de triunfos sobresalientes se observa en la oposición.

Resta un año para los comicios y está en ella, la oposición, mostrar competitividad. La dificultad es que se están centrando sólo en disputar la candidatura por el Senado de la República, y están olvidando que existen más posiciones en juego. No hay trabajo en comunidades ni municipios, y así no se ganan elecciones, por más mal gobierno que haya.

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