Marco Antonio Ferriz Z.
Este domingo el Partido Acción Nacional (PAN) elegirá a su nueva dirigencia estatal. Por determinación de su Comité Ejecutivo Nacional (CEN), la militancia panista deberá definir su voto por una de dos planillas encabezadas por mujeres: Miriam Martínez Sánchez y Minerva Hernández Ramos.
Las dos han tenido tiempo para expresar sus propuestas durante un proceso interno que ha sido manchado con descalificaciones y golpes bajos. Incluso con acusaciones de compra de votos. En otros procesos similares eso no ha sido novedad, así que tampoco lo es en el proceso actual.
Sin embargo, lo anterior evidencia que la polarización y el desencuentro, a pesar de los discursos en contrario, es lo que ha dominado la contienda interna. No ganará la mejor propuesta, sino aquella planilla que mejor movilización tuvo entre la militancia.
Miriam Martínez y Minerva Hernández son dos polos opuestos. La primera representa a una nueva generación claramente en ascenso dentro del blanquiazul, mientras que la segunda forma parte de la vieja guardia que en su momento tuvo influencia importante no sólo en las decisiones partidistas locales, sino nacionales.
Esos tiempos, todo hace indicar, concluyeron para Minerva Hernández. No se ve cómo pueda vencer a una candidata que no solamente tiene el empuje de su juventud, sino tras de sí a todo un grupo político con alta influencia en los municipios, que es donde se encuentra la verdadera militancia.
Hernández Ramos ha tenido una carrera política exitosa desde que Alfonso Sánchez Anaya ganó la gubernatura postulado por una alianza de institutos políticos encabezados por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1998. Desde entonces se le conoce su perseverancia de estar en la elite política, aunque ello no signifique que sea poseedora de congruencia. No la tiene desde que decidió, convencida por la corriente perredista de Nueva Izquierda, declinar en 2004 como candidata del Sol Azteca a favor de la panista Adriana Dávila Fernández.
Esa declinación, sin embargo, le ayudó a escalar a cargos de representación popular dentro del Congreso de la Unión, ubicándose en la posibilidad de buscar la gubernatura este año, pero ante la decisión partidista de su dirigencia de hacer alianza con el PRI y el PRD, fue premiada con la coordinación de campaña de Anabell Ávalos Zempoalteca. Los esfuerzos de ambas no fueron suficientes, particularmente ante las traiciones políticas que ahora mismo ya se conocen con claridad.
Uno de esos personajes que jugó a la traición se encuentra en el Congreso local como diputado. Gilberto Temoltzin Martínez no sólo fue traidor a la causa, sino que aprovechando el cargo de presidente del Comité Directivo Estatal trabajó para sí mismo, alcanzando la candidatura a una diputación por la vía de la representación proporcional. Ese tipo de hechos es lo que debilita la candidatura de Minerva Hernández y hacen que los pronósticos no le sean favorables.
No sucede lo mismo con Miriam Martínez, quien por su juventud no tiene cola que le pisen. Eso sí, su cercanía sentimental con el alcalde de Apetatitlán, Ángelo Gutiérrez Hernández, hace crecer la sospecha de que pudiera ser sujeta de influencias en las decisiones futuras del PAN en caso de ganar. Ese tipo de circunstancias serán parte de su crecimiento político y tendrá que superarlas con hechos.
Por lo pronto, considerando que un grupo de presidentes municipales está detrás de su candidatura, le hace partir como favorita en la elección de este domingo.
Sin embargo, más allá del resultado, es claro que quien resulte vencedora deberá tener, como una de sus prioridades, un delicado proceso interno de cicatrización y unidad para fortalecer al PAN de cara a la elección de 2024. No hacerlo llevará al panismo a un debilitamiento más profundo del que vive ahora, fortaleciendo a un gobierno que requiere de contrapesos y de una oposición fuerte y con propuestas. Ya veremos si el PAN sale bien librado.