Pensar, decir y hacer: responsabilidad de la 4T

Vicente Morales Pérez

Hay momentos en que la política deja de ser trámite y vuelve a ser historia. En que una plaza rebosa de esperanza y un auditorio se llena de certidumbre. México vivió uno de esos momentos cuando celebró siete años de transformación con la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo al frente, mientras Tlaxcala, con el Cuarto Informe de Gobierno de la Lic. Lorena Cuéllar Cisneros, confirmó que la Cuarta Transformación no es solo un proyecto nacional, sino también una fuerza que se vive, se siente y se defiende desde lo local.

En el Zócalo de la República, miles de voces recordaron que —cuando un pueblo se reconoce como dueño de su destino— ninguna mentira, ningún poder y ningún privilegio pueden imponerse sobre él. Siete años fueron suficientes para desmontar el viejo régimen que confundió a México con una hacienda y al pueblo con una servidumbre. Hoy, quien manda es la ciudadanía. Y quien gobierna es una mujer comprometida con la verdad científica y la justicia social. Esa ecuación, que antes parecía utopía, se volvió modelo de Estado.

México ha vuelto a ser una nación con dignidad porque su gobierno decidió que la economía debía servir a la gente y no al revés. Porque la política dejó de ser una élite inalcanzable y se convirtió en una conversación de calle, de comunidad, de país. Porque la honestidad, que antes parecía ingenuidad, se volvió pilar de resultados. Esta transformación no se narra en indicadores fríos, sino en la vida real de las familias que hoy comen mejor, estudian más y viven con mayor seguridad social. Siete años después, ya no somos espectadores de la historia: somos su autor colectivo.

Y Tlaxcala… Tlaxcala decidió no quedarse atrás. El Cuarto Informe de Gobierno nos recordó que aquí también hay un renacimiento en curso. Que esta tierra pequeña en territorio pero inmensa en identidad, decidió ser protagonista en el mapa nacional. Bajo el liderazgo de la Lic. Lorena Cuéllar, el Estado se volvió referente de innovación social y garantía de derechos. Obras donde antes había rezago, salud donde antes había abandono, justicia para quienes antes estaban condenados al olvido.

Ser testigo de lo que hoy está ocurriendo en Tlaxcala es comprender que la política sirve cuando toca la puerta de cada hogar. Que el progreso se mide en kilómetros de carretera nuevos, sí, pero también en la paz de una madre que sabe que su hijo tiene escuela garantizada. Que un Estado avanza cuando sus adultos mayores, sus jóvenes, sus mujeres y quienes viven con discapacidad dejan de ser población vulnerable para convertirse en ciudadanos plenos.

En estos días, dos mujeres entregaron más que discursos: entregaron destino. Claudia Sheinbaum y Lorena Cuéllar representan una ruptura profunda con la vieja forma de ejercer el poder. Gobernar no es acumular lujos, sino multiplicar bienestar. Representar no es hablar encima de la gente, sino escucharse en ella. Servir no es mandar, es cuidar. Esa nueva ética pública —humanista y honesta— es el cimiento de una nueva manera de ser país y una nueva manera de ser Tlaxcala.

También hay que decirlo: este avance genera incomodidad. Quienes se enriquecieron a costa de la nación no se resignan a ver un México democrático y soberano; quienes gobernaban desde la altura del privilegio no aceptan ver a Tlaxcala en el centro del mapa. El pasado insiste en regresar, y lo hace disfrazado de opinión experta, de modernidad aparente o de crítica cínica. Pero ya sabemos reconocerlo: es la nostalgia del poder que perdieron y que no les corresponde recuperar.

Por eso, esta celebración no debe relajarnos: debe fortalecer nuestra responsabilidad. La Transformación no es irreversible por decreto: lo será si la defendemos con la misma fuerza con la que fue conquistada. Si Tlaxcala logró en cuatro años lo que otros no hicieron en décadas, es porque escuchó al pueblo. Y si México sigue avanzando, es porque hay un movimiento vivo, consciente y unido que sostiene al gobierno desde las bases.

El futuro está aquí: en las universidades nuevas, en la salud pública gratuita, en los salarios dignos, en las inversiones históricas y en la soberanía recuperada. Está en la sonrisa de una niña tlaxcalteca que se siente capaz de llegar a donde quiera. Está en cada madre que ahora puede trabajar con tranquilidad porque hay programas que la acompañan. Está en cada trabajador que ya no se agacha frente al patrón porque tiene derechos protegidos por ley.

Hoy Tlaxcala se mira en el espejo de México y no se reconoce pequeña: se reconoce parte esencial del país que está volviendo a nacer, y sobre todo, se reconoce preparada para lo que sigue. Y lo que sigue es consolidar, profundizar, crecer aún más. Que nadie se confunda: la esperanza aquí no fue un accidente. Fue una decisión.

Por eso, como representante popular, como tlaxcalteca y como ciudadano de este país que aprendió a caminar con la frente en alto, afirmo sin dudas ni reservas: Tlaxcala estará al frente de la defensa del proyecto transformador. Con disciplina. Con valentía. Con amor al pueblo. Porque en este estado sabemos bien que la historia no la escriben quienes se rinden, sino quienes avanzan.

México cambió. Tlaxcala también.

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Por Pulso-Red

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