Si ser integrante de medios de comunicación ya significa una responsabilidad grande, en nuestro país hoy por hoy el reto es enfrentar fuego cruzado entre distintas fuerzas. Por una parte el poder público, hoy en manos de un gobierno federal que mantiene un enfrentamiento casi permanente y que dependiendo la coyuntura utiliza para desacreditar a los medios que señalan omisiones, errores o que no coinciden con su manera de gobernar; que confrontan sus datos o que se atreven cuestionar sus decisiones.
Ahora hay que sumar las amenazas de integrantes de organizaciones delictivas que se sienten señalados o «heridos» por dar a conocer los acontecimientos en donde se ven involucrados. Ejemplo de ello el video que sin mayor censura circuló en redes sociales con amenazas abiertas a comunicadores de distintos medios, quienes han dado cuenta de los conflictos en el estado de Michoacán.
Darle gusto a todos es difícil, sobre todo cuando no es tarea de los medios dar gusto ni a políticos, ni a líderes, ni a empresarios, académicos, ni a quien se le ocurra, menos a delincuentes.
La responsabilidad de los medios es justamente comunicar, y dependiendo de sus objetivos particulares y su propia ideología, también buscan informar, educar, transmitir, entretener, formar opinión, enseñar; todo de acuerdo a la básica descripción y definición de su función.
A diferencia de quienes se escudan en el anonimato de las redes sociales; de quienes improvisadamente se hacen de algunos datos y los dan a conocer incluso tergiversándolos, los comunicadores de profesión dan la cara, su nombre y apellido, y de frente manifiestan el producto de su trabajo y equipo que los acompaña.
Pero ahora en nuestro país, más que nunca, la dificultades para desempeñar este trabajo crecen, con la amenaza constante de la censura, con intimidación y la sensación permanente de que si no hay alabanza, se está destinado al descrédito.
Que sea el desinterés de la sociedad, la falta de credibilidad, de prestigio, de seriedad, los que determinen el destino de un medio o de sus representantes y no intereses oscuros y frívolos. Que triste, preocupante y peligroso vivir y trabajar en un país así.
Gracias por leerme en este espacio. Hasta la próxima si no pasa otra cosa.
América Montoya