Marco Antonio Ferriz Z.
¿Tan mal estará el Partido Revolucionario Institucional, que una encuesta ubica a la ex gobernadora Beatriz Paredes Rangel como una de las tres principales figuras dentro de las preferencias ciudadanas para la candidatura presidencial de 2024?
Si ese fuera el caso, el tricolor debería darse por muerto. Así, fallecido, está en este momento en Tlaxcala por más que algunas de sus figuras se reúnan para tomarse una fotografía para una pose que pretende mostrar unidad, cuando en realidad no la hay.
Preocupadísimo, seguramente, debe estar el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, quien desde adentro socava a ese instituto político con la postulación de candidaturas perdedoras en entidades federativas donde en junio próximo habrá elecciones para renovar candidaturas.
Nadie discute la amplia carrera política de Beatriz Paredes Rangel. En esa materia es la figura más prominente que el pequeño estado de Tlaxcala ha dado al país. Sin embargo, sus hechos la descubren como una política poco ética y con poca institucionalidad.
Como ejemplo está su cuna, Tlaxcala, donde más de una vez su trabajo político lo dedicó a favorecer candidaturas opositoras al PRI. No solo fueron candidaturas a presidencias municipales y diputaciones, sino a la misma gubernatura.
Esos, al menos, fueron los casos de Alfonso Sánchez Anaya cuando fue en 1998 fue postulado por una alianza encabezada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), de Héctor Ortiz Ortiz cuando en 2004 recibió el respaldo de Acción Nacional (PAN), y más recientemente de Lorena Cuéllar Cisneros cuando en 2021 fue postulada por una coalición encabezada por Morena.
Cercanísimos suyos formaron parte, y ahora también, del gabinete estatal de esos gobernadores. Ninguno de esos cercanos y cercanas hubiesen formado parte de tales administraciones si no hubiesen trabajado, por instrucciones de Beatriz Paredes Rangel, en el respaldo de candidaturas ajenas al priismo. La muestra más clara de ello es el rector de la Universidad Politécnica de Tlaxcala, región Zacatelco, Enrique Padilla Sánchez.
Esa influyente mujer política es la que figura en los resultados de la más reciente encuesta realizada por México Elige. Ocupa un nada despreciable tercer lugar con un 15.1 por ciento, sólo por abajo del ex gobernador de Hidalgo, Miguel Ángel Osorio Chong -quien alcanzó el 16.9 por ciento- y del ex secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, quien encabeza las preferencias con el 21.1 por ciento.
¿Qué podría significar lo anterior? Que ante la cercanía de las elecciones en aquellas seis entidades federativas donde este año habrá elecciones se le concedan candidaturas, o que ni de cerca vea su retiro político al pretender alargar su permanencia en el Congreso de la Unión, como senadora. No se crea, sin embargo, que podría buscar esa postulación por la vía de mayoría, sino más bien por la de representación proporcional.
Ese tipo de premios podría recibir quien ha hecho las contras a su partido, al instituto político que le hizo tener todo aquello que ahora mismo tiene.
Eso mismo desnuda la crisis que vive el PRI: vive de su pasado, no buscando ver el futuro con la postulación de nuevas figuras, sino anclándose con las de antaño y aguantando traiciones pasadas. Y para esconder ese fracaso, las nuevas figuras que surgen nacen del privilegio de haber sido hijos de los encumbrados. Mariano González Aguirre es el ejemplo más claro de ello.
El PRI se ahoga. Y no parece haber nadie que lo salve.