La crisis del PRI

Marco Antonio Ferriz ZMarco Antonio Ferriz Z.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) atraviesa la crisis más severa de su historia. Ni cuando perdió la presidencia en el año 2000, ese instituto político vivió lo que ahora. La pérdida de ocho gubernaturas que tenía en su poder antes de los comicios del 6 de junio de este año, no dejan lugar a dudas de ello.

En 2012 el tricolor tuvo en las gubernaturas y en el trabajo político de los gobernadores, su recuperación y su regreso. Tanto fue así que uno de los suyos fue el candidato presidencial que llegó a Los Pinos apoyado por sus pares desde las entidades federativas. Además, desde el Congreso de la Unión se convirtió en el fiel de la balanza, sacando de varias crisis políticas al gobierno de Felipe Calderón Hinojosa.

Eso se está acabando aceleradamente y si no detiene su caída en las elecciones del próximo año, estaríamos a un paso de su extinción. Es que no sólo son los resultados electorales adversos, sino la posibilidad real de que siga los mismos pasos del Partido de la Revolución Democrática (PRD): que la militancia lo abandone, haga del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) su nueva casa y sólo deje el cascarón.

Algo similar sucede con el PRI en Tlaxcala. El jefe real del partido, Marco Antonio Mena Rodríguez, lo debilitó a extremos de convertirlo en lo que es ahora, un instituto político desmadejado, sin brújula y sin cabeza.

Desmadejado por los dos resultados consecutivos que tuvo, los de 2018 y los de 2021; sin brújula porque se encuentra perdido y sin saber qué hacer; y sin cabeza porque el dirigente formal, Noé Rodríguez Roldán, quedó políticamente debilitado y no hay nadie con la experiencia y el talento para encabezarlo en estos tiempos de crisis.

Gran parte de esa responsabilidad es del gobernador Marco Antonio Mena, quien no quiso asumir los costos de su militancia priista. Después de los desastrosos resultados de 2018, no quiso empujar los cambios en la presidencia del Comité Directivo Estatal, y cuando lo hizo, a ese presidente lo premió con una de las Secretarías más importantes, la de Educación Pública.

Además, el mandatario convirtió a su hermano en un ariete del PRI. Si bien encabezó la Secretaría de Organización priista, nunca asumió con fuerza tal responsabilidad y utilizó las influencias de su hermano para beneficios personales. La asignación de las diputaciones locales plurinominales, asignándole el primer lugar de la lista registrada ante el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE), es claro ejemplo de ello.

Todo este contexto político a nivel local, aunado a la crisis que vive el partido en el ámbito nacional, obligan que el tricolor tenga que esperar un mejor momento para renovar su dirigencia en Tlaxcala.

No puede hacerlo en este momento con un gobernador sumamente debilitado políticamente, ya de salida y enfocado solo en entregar las cuentas más claras posibles al gobierno entrante para evitar en el futuro fuertes dolores de cabeza.

Lo que debe evitar es que el momento de enojo natural de la militancia, debido a los resultados electorales, se convierta en la llegada de arribistas, oportunistas, ambiciosos y advenedizos. Eso ahondaría su crisis en un momento donde lo que más urge son evaluaciones objetivas y constructivas de cara a lo que le viene. No hacerlo sería el adelanto de su muerte.

Comentario: Ni duda cabe que Raúl Jiménez Guillén es un digno ganador de la presea Miguel N. Lira. Sus editoriales y sus artículos de opinión sobre temas políticos, sociales y académicos son de lectura obligada para la reflexión del acontecer local. Sus participaciones semanales en la radio, también son de obligado seguimiento.

Sin embargo, la torpeza, la falta de seriedad y la suciedad con la que ha actuado la presente Legislatura para otorgar esta presea, no deja más que la confirmación de que es la peor de la historia en Tlaxcala.

Que haya hecho a un lado al periodista José Luis Ahuactzin de la forma en cómo lo hizo, confirma también el pésimo trabajo que los diputados y diputadas locales han realizado desde su llegada. Qué bueno que ya se marchan.

Por lo pronto, a ambos -Raúl Jiménez Guillén y José Luis Ahuactzin-, un reconocimiento a su trabajo periodístico.

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