Lorena y el pretendido poder absoluto

Marco Antonio Ferriz ZMarco Antonio Ferriz Z.

Sabedora, desde el mes de junio pasado, de la apuesta explicada en Palacio Nacional por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador a las gobernadoras y gobernadores surgidos del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en el sentido de que será él y no actores ni factores externos los que definan la candidatura morenista que buscará sucederlo en el cargo, la mandataria tlaxcalteca Lorena Cuéllar Cisneros comenzó a mover sus piezas y a planear las cosas de tal forma para que, sin pretexto alguno, entregue buenas cuentas ya no al tabasqueño, sino a la persona que ocupará la presidencia a partir de diciembre de 2024.

Hay claridad en Lorena Cuéllar de que la ungida por Morena para la presidencia de la República será Claudia Sheinbaum, actual jefa de gobierno de la Ciudad de México. Por eso desde hace meses trabaja a su favor y gran parte de su gabinete también. La cargada, sin embargo, resulta insuficiente.

Por eso debía tener el control de Morena en Tlaxcala y de quienes son mayoría en la actual Legislatura local. Lo anterior explica el trabajo político realizado para tener el control absoluto de la dirigencia estatal morenista y del Congreso del Estado, en una abierta alianza con el ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya.

A la gobernadora le interesaba tener el control absoluto, no importando voces aisladas e inconformes sobre la forma de cómo lo mantendría. A un lado ha dejado a los morenistas de cepa y a sus aliados que, aunque la mandataria no quiera reconocerlo, le ayudaron en su propósito de alcanzar la gubernatura en 2021. Es el caso, por ejemplo, del Partido del Trabajo (PT), al que le correspondía la presidencia de la Junta de Coordinación y Concertación Política de la Cámara de Diputados local.

El trabajo realizado en ambos frentes, partido y poder Legislativo, ha rendido sus frutos. En el caso partidista, no importando la afiliación descarada de último momento y el acarreo de esa militancia utilizando recursos del erario para votar por delegados federales ya “palomeados” con antelación; mientras que, en el caso del segundo, recurriendo a la cooptación de la oposición, marcadamente el PRI con el diputado Fabricio Mena y la diputada Diana Torrejón, para conservar los hilos del poder y buscar hacer a un lado a la “incómoda” legisladora Blanca Águila Lima.

Actualmente Cuéllar Cisneros hace gala de poder absoluto, con la explicación propia de haberlo ganado gracias a la alta votación recibida en las urnas. Sin embargo, no es por la alta participación y votación alcanzada, haciéndose llamar “la más votada de la historia” en Tlaxcala. Tal poder es natural por ahora debido a que apenas cumple su primer año al frente del gobierno estatal. Conforme el tiempo transcurra, y transcurrirá, irá perdiendo poder y muchos de los hilos que hoy controla se le irán soltando inexorablemente, como hoy le sucede a López Obrador, incluso con los suyos.

El peligro de actuar como lo hace es que en la olla exprés que ella tiene en el fuego, no existen válvulas de escape. Y esa olla, entonces, puede explotar en cualquier momento de su mandato, que muy probablemente sucederá en el último tramo de su administración. Eso le sucedió a sus antecesores.

Beatriz Paredes Rangel fue llamada por Carlos Salinas de Gortari para hacerse cargo de la Secretaría General del Revolucionario Institucional (PRI), perdiendo el control de la sucesión en Tlaxcala; José Antonio Álvarez Lima no tuvo el control de la sucesión cuando la mazorca priista de la inconformidad comenzó a desgranarse por una consulta interna simulada; Alfonso Sánchez Anaya perdió cuando recurrió a la imposición aún en contra de los mismos integrantes de su gabinete; Héctor Ortiz Ortiz no alcanzó su objetivo cuando pretendió la imposición de su candidato, pero no contó con el aval del presidente Felipe Calderón; Mariano González Zarur salió derrotado cuando quiso seguir con influencias ya estando fuera del poder, logrando la ruptura con su sucesor; y Marco Antonio Mena Rodríguez, cuando se enfrentó a una oposición bastante vigorosa encabezada por el propio presidente de la República, situación por la cual no tuvo más remedio que entregar el poder a cambio de impunidad.

Lo dicho. Cuéllar Cisneros debería analizar lo que le pasó a sus antecesores, no hacerlo podría llevarla a repetir el error de alguno de ellos, o cometer el suyo propio. Eso ya se verá en el tramo final de su sexenio.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*