Anécdotas ciudadanas

Tlaxcala, Tlax; 18 de julio de 2022

Seguramente más de uno se identificará con esta narración, que por triste que parezca es más común  de lo que los ciudadanos lo deseamos.

Algo tortuoso resulta enfrentar la burocracia en algunas oficinas como el Registro Público del Estado de Tlaxcala, cuando un ciudadano sin más representación que su presencia; es decir no un abogado, no un gestor, a esos a los que sí les sonríen y atienden rapidito.

Ya no es sorprendente que deba llevar horas y malos tratos,  intentar hacer bien la cosas; la experiencia puede ser muy desagradable; para empezar esta historia de varios capítulos, les cuento que primero, el ciudadano puede acudir directamente para pedir información del horario de atención y resolver dudas de qué hacer para cumplir el objetivo. Te indican que únicamente se puede sacar cita por whatsapp, hasta ahí todo bien.

Cuando envías el mensaje respectivo, deberás esperar horas para recibir una respuesta. Si tienes alguna duda previa a tu cita, nadie la responderá; sólo te pedirán nombre y número de documentos. Una vez que los proporcionas, te dirán día y hora de la cita.

Al momento de llegar al lugar y hora indicada, -cuando logres hacerlo- porque aunque te indican el número de ventanilla, ésta no lo tiene o no está visible, porque valga la pena decir él asqueroso -literal- aspecto que tienen sus instalaciones no solo por el deterioro ante la falta de mantenimiento sino por lo excesivamente sucio y la descuidada manera de “señalizar” , que lleva a preguntar a quien puedas dónde está la famosa ventanilla.

Lo asqueroso también radica en el trato de mala gana, prepotente y poco servicial de quienes se supone deben guiarte para hacer tu trámite y de paso no quitarles más tiempo del necesario.

Regreso a la ventanilla, una vez que la localizaste con la ayuda amable de los ciudadanos que están en la misma situación que tú, no la ayuda de los empleados quienes ignoran completamente el sentido de atención, verás que permanece cerrada a menos que toques, pero lo hagas con tanta fuerza e insistencia que finalmente una empleada amargada abra con cara de pocos amigos, solo para preguntar el nombre de registro para el movimiento; una vez que lo dices estira la mano para que entregues el documento a calificar, y cuando lo depositas en su mano, esa persona cierra de inmediato la ventanilla prácticamente en la cara del usuario; así, sin mayor explicación de qué debe uno hacer. Dando por hecho que hay miles de ciudadanos que en su vida han hecho un trámite en dicha oficina, lo de menos sería indicarle que debe esperar, que realizará tal o cual acción, que regrese más tarde, en fin, algo. 

Así que el ciudadano tendrá que suponer que hay que esperar, ¿cuánto tiempo? Es uno de los misterios que encierran esta historia de miedo.

Mientras esperas, podrás escuchar que adentro hay fiesta, a juzgar por las carcajadas, las voces chillonas de hombres y mujeres que al parecer celebran algo porque llegaron las chalupas que desprenden el clásico olor a través de la ventanilla cerrada.

También da tiempo de escuchar en la ventanillas de junto, que llega alguien a tocar (de la misma manera) y en cuanto le abren dice con singular alegría “le traje un regalito, disculpe que no pude venir antes”.

Irónicamente en diferentes ventanas de todo el edificio del Registro Público hay mensajes insistentes que dicen: AVISO, QUEDA PROHIBIDO DAR DÁDIVAS” ay caray, pues que les saben a los empleados; pero bueno, tal vez el “regalito” de veras era regalito y no dádiva.

El tiempo sigue corriendo sin prisa alguna, así que con toda calma, también puedes ver que todos los avisos colocados tienen varios días, semanas o meses ahí, a decir por el deterioro del papel, pegados de mala gana, chuecos, rotos, etc.

También puedes observar con detenimiento que la austeridad si está a todo lo que da, y eso no está mal, pero una pintadita o por lo menos limpieza de vez en cuando no le caería mal al edificio que parece desmoronarse.

Y por fin, la puertita se abre; dicen el nombre y entregan un recibo que habrá de pagarse en otra ventanilla, y después ir a otra ventanilla más para entregarlo.

Esta tercera ventanilla es de Lorenzo, se sabe porque estaba abierta y hay una hoja pegada que dice LORENZO INGRESO DOCUMENTOS, bueno el problema es que Lorenzo no está y aunque desde adentro otros empleados te observan, nadie puede decir consolándote, que Lorenzo no tarda, que Lorenzo sólo fue al baño, o que alguien más puede atenderte, impensable.

Por fin él llega, no muy sonriente pero no grosero. Toma tu recibo, hace algunas anotaciones y finalmente te dice que a partir de ese momento pasarán alrededor de 10 días para que regreses a vivir la experiencia, bueno que regreses para que te den el documento en trámite. 

Agradeces porque ya sólo habrá que esperar 10 días hábiles, pero no… tendrá que ser más, porque en breve se van de vacaciones, tan necesarias porque se aprecia el estrés y la presión con la que trabajan para rendir cada día. 

Así que a esperar, ojalá después de los quince días de vacaciones más los diez hábiles por fin el trámite culmine con éxito.

Es un hecho que esta situación no es privativa de Tlaxcala, es un hecho que depende quien te atienda y su problemática, son seres humanos sin duda; se trata también de educación y capacitación, por eso, sólo espero que este relato se tome como una atenta observación, una humilde opinión, una súplica, de tal manera que a todos nos sirva de reflexión y ver si actuamos así cuando tenemos como misión la atención al público. Con una sonrisa y trato amable, se podría mover una montaña; esperar algunas horas o días, sería cosa mínima.

Gracias por leerme en este espacio. Hasta la próxima si no pasa otra cosa.

América Montoya

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