Por: Abelardo Carro Nava
Mientras los encabezados de los periódicos nacionales evidencian una lucha férrea y desencarnizada por el control del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), dada la pronta elección de sus Directivas Seccionales; la verdad de las cosas es que, en cientos de escuelas, zonas escolares, unidades administrativas, académicas, etc., se vive la más pintoresca “tragicomedia mexicana”. El siguiente relato, como hay tantos en el magisterio, así lo demuestra:
“Hace un par de días, en mi escuela, hubo elecciones para renovar la Delegación Sindical. Llegaron varios maestros de otras escuelas y, como es obvio, los ‘candidatos”, sin previo proselitismo ni ‘proyecto sindical’, presentaron sus planillas. La cara de mis compañeros, y mía, reflejaba incredulidad y una aparente sorpresa porque, aunque fuimos avisados un día antes de que se realizaría la renovación y que seríamos sede, jamás imaginamos que ‘ciertos’ compañeros, que han sido parte de la Sección Sindical por años, se estuvieran ‘candidateando’… Cuando se instaló la mesa de los debates se registraron dos planillas y, de nueva cuenta, otra aparente sorpresa, en éstas había registrados compañeros de mi escuela (y de otras) a lo que, en ningún momento se les consultó si deseaban formar parte de alguna planilla. Lógicamente, algunos de ellos rechazaron la invitación (en las dos planillas) y los ‘candidatos” no tuvieron de otra más que ‘rogarle’ a otro compañero (o compañeros) para que participara con ellos. En ese ‘inter’ solo murmullos se escuchaban en la sala, pero lo que estábamos ahí presentes, teníamos claro el tipo de compromisos que se hacían de unos hacia los otros, con el propósito de que éstos se integraran a alguna de esas planillas. Pasados algunos minutos, hora y media aproximadamente, se retornó a los ‘trabajos’ y, al menos el ganador, logró los votos requeridos. Hubo muchas abstenciones y, por esta razón, quien presidió la mesa nos ‘regañó’, alzándonos la voz muy ‘feo’, hasta que uno de mis compañeros le pidió un poco de respeto… Aún recuerdo que, una compañera, de otra escuela, a la que en mi vida había visto, se acercó para pedirme que yo fuera parte de su planilla; no, no me pidió, yo sentí que me rogaba porque, así me lo dijo, quería llegar a la ‘grande’…”.
Relato que, insisto, hay por cientos en el magisterio. ¿Democracia en el SNTE?, ¿de qué tipo de democracia estamos hablando?
Desde luego, esto no es nuevo; quienes hemos tenido la oportunidad de observar estos procesos, conocemos muy bien todo lo que ocurre cuando se emite una convocatoria para renovar una dirigencia sindical. Ciertamente, alguien me podrá decir que los tiempos han cambiado y que las circunstancias que viven los maestros y el SNTE son diferentes; sin embargo, también es cierto que las “prácticas” tan “institucionalizadas” que se observan en el relato, han sido un continuum que, por más que se diga lo contrario, no han cambiado. Dicho de otra forma: se cambia, en los estatutos o reglamentos, el papel, las letras, los colores, el diseño, etcétera, pero los “haceres sindicales”, de ninguna manera, son los de antaño; tienen la misma esencia.
¿En algún momento llegaremos a tener prácticas diferentes al interior del SNTE? – Hace algunos días alguien me preguntaba –. Mi respuesta, aunque contenía cierto aire de optimismo, no fue la que mi inquirente esperaba; y no es para menos.
Días atrás leía que, ante las coyunturas políticas y gremiales, al interior de SNTE, se tiene que ser “institucional”. Término que bien a bien no logro comprender; sin embargo, quiero suponer que ser “institucional” significa aceptar que, aunque se sabe que en el SNTE algo está mal y podrido, se debe respaldar al dirigente o dirigencia sindical en turno, sencillamente porque el SNTE es el SNTE, y punto. En este sentido alguien, también hace tiempo me comentaba: “el malo no es el SNTE, los malos son sus dirigentes”. ¡Vaya par de argumentos! Muy cuestionables, por cierto.
Y es que mire usted, no es que se trate de identidad o sentido de pertenencia con relación a esta organización sindical; se trata de preguntarnos: ¿cómo se ha construido esa identidad y cuáles han sido sus fundamentos? Me explico.
Con paso de los años, al interior de las Secciones Sindicales del SNTE, y en el propio SNTE, se han puesto al descubierto una serie de fechorías relacionadas con fraudes, desvíos de recursos, acosos laborales, vejaciones y quien sabe cuántas linduras más; hechos que nos hablan de una evidente corrupción en esta organización sindical. No obstante, y a pesar de los hechos, hay quienes piden o exigen lealtad a través del concepto que, insisto, no acaba de encontrar forma y sentido en mi mente: “ser institucionales”. ¿Puede usted entender esto?, ¿puede entender usted que, a pesar de los actos de corrupción en los que se han visto involucrados ciertos dirigentes del SNTE, hay quienes piden y exigen que sus agremiados sean “institucionales”? Entonces, ¿ser “institucional” significa guardar silencio? O peor, aún, ¿ser “institucional significa estar en desacuerdo con todo, pero apoyar con todo a los dirigentes locales y nacionales en turno? ¿Alguien puede entender esto?
Sí, con seguridad alguien me podría decir que una probable explicación se halla en la Sociología, Antropología, o en la misma Historia. Y sí, con seguridad, a no pocos lectores les causará agrado estás líneas. No obstante, desde mi perspectiva, si en verdad se pretende “cambiar” al Sindicato, bien podría comenzarse a través del cuestionamiento, seguido de la exigencia de una rendición de cuentas, y el establecimiento de una cultura sindical, donde la lucha y defensa de los intereses de los trabajadores de la educación, sea una realidad y no una fantasía.
Ya lo decía Gil Antón hace un año: “Vi a un Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación al servicio de Nuño, al servicio de Chuayffet, a Juan Díaz de la Torre recibiendo 800 millones de pesos por hacer propaganda de una reforma que le rompía la cara a sus agremiados” (El Puntero, 28/09/2019).
En efecto, la tónica sigue siendo la misma y, aunque los nombres cambian o han cambiado, siguen dándose una serie de reformas que le rompen la cara a sus agremiados. ¿Hasta cuándo? Vaya menuda “tragicomedia” estamos viviendo; muy mexicana, por cierto.
* Tanto el título como la referencias que hago a lo largo de esta columna: “tragicomedia mexicana”, no es mía. De hecho, estas ideas, surgieron de haber visto un post de Erick Juárez, en Facebook: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=2987693204626745&set=a.162127080516719&type=3&theater.
Referencias:
- Milla, F. (28/09/2019). Ahora resulta que todos estaban en contra de reforma de 2013, yo vi al SNTE recibiendo 800 millones para hacer propaganda de reforma que rompía la cara a sus agremiados. Gil Antón. El Puntero.
Recuperado de: http://elpuntero.com.mx/n/106926