Anabell Ávalos y sus retos en el PRI

Marco Antonio Ferriz ZMarco Antonio Ferriz Z.

Efectivamente, como se dice en el argot beisbolístico, la llegada de Anabell Ávalos Zempoalteca a la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), era una bola cantada. El viernes de la semana pasada, en la visita de trabajo a Tlaxcala del coordinador parlamentario priista en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira Valdez, se acordó su llegada.

Pareciera que el PRI tardó una eternidad en concretarla, sobre todo cuando desde hace semanas ya se preveía su nombramiento en la presidencia del Comité Directivo Estatal. El desgaste de quien hasta el martes pasado ocupó la dirigencia, Óscar Amador Xochitiotzi, era insostenible porque de líder no tenía más que el puesto.

En los tiempos del gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez, el PRI sólo fue un instrumento que sirvió para colocar fichas en las diferentes carteras priistas, no para realizar trabajo político. Siempre ha sido así cuando el tricolor ha estado en el poder, sin embargo, el menismo lo llevó a extremos desesperantes de inacción, sirviendo solo para legitimar candidaturas decididas en Palacio de Gobierno.

La verticalidad en las decisiones de quien encabezó el Poder Ejecutivo hasta agosto de 2021, profundizó el aletargamiento de un partido que pudo haber disputado con más decoro la gubernatura.

No sólo fue la verticalidad, sino la exclusión. A un extremo que nunca fue explicado, Mena Rodríguez hizo a un lado a quien le ayudó a llegar al cargo de gobernador, para arrojarse, a raíz de los resultados de 2018, a los brazos de la senadora Beatriz Paredes Rangel. Y de ahí a la derrota ya hubo poca distancia.

Ahora mismo el menismo se sabe prácticamente desaparecido por haber rendido la plaza tlaxcalteca con anticipación. Por mucho que en el escenario nacional su figura aparezca en fotografías respaldando aspiraciones priistas rumbo a la presidencia de la República en 2024, su poder político e influencia están desaparecidos.

Por eso es mucho lo que Anabell Ávalos tendrá que remar en su nueva responsabilidad y, lo que es peor, a contracorriente. El PRI casi está en los huesos y con mucha militancia dispersa por el fraude del que fue sujeta con Mena Rodríguez.

La realidad le exige dos acciones inmediatas. La primera, hechos y actitudes de verdadera oposición, no sólo con temas nacionales con respecto a las políticas implementadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador, sino también con respecto al gobierno estatal encabezado por Lorena Cuéllar Cisneros, quien entre errores de su administración, algunos de ellos demasiado graves, ha navegado en la mediocridad.

La segunda acción es trabajar con la militancia, con las estructuras. Despertarlas de su aletargamiento no sólo de lo que significó el menismo, sino de lo que ahora mismo significa la actual dirigencia nacional priista. El trabajo de reestructuración es indispensable, al igual que el tejido fino con los grupos internos para regresarlos, a muchos de ellos encantados con el morenismo, al redil priista.

A su favor tendrá tres cosas: la exclusión que ha asumido el grupo lorenista en la conformación de su gabinete, dejando a un lado a verdaderos militantes de Morena; un gobierno moreno de resultados poco efectivos y eficaces; y una votación que superó los 231 mil votos en 2021 en respaldo de su candidatura. No es poca cosa.

Eso hace que, rumbo a las elecciones de 2024, Ávalos Zempoalteca tenga amplias posibilidades de encabezar la fórmula al Senado de la República. Sin embargo, la posible candidatura no debe venir de un trabajo sesgado para favorecerse a sí misma, sino de los resultados que su labor tenga durante los próximos meses. Ya desde ahora, muchos están atentos a lo que realiza y a los resultados que tendrá. No es poca responsabilidad la que tiene.

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