El Milagro del Tentenecio

Por Oswaldo López Sánchez

A lo largo del tiempo, muchas han sido las historias de hechos en los que las leyes naturales no han sabido dar respuesta y su atribución está orientado a lo divino. Son los denominados milagros. Dichos sucesos, nacidos por una petición impulsada por la fe, resultan increíbles.

El mundo de la tauromaquia ha registrado en su historia muchos. La mayoría relacionado a la vida de los toreros, quienes lo recibieron en forma de triunfo de una tarde importante o de pronta sanación tras un fuerte percance, aun cuando los dictámenes médicos eran desesperanzadores.

También existen milagros relacionados con santas, santos, vírgenes y cristos que propiciaron un fortalecimiento hacia la creencia de dichas imágenes. Un milagro que llamó mucho la atención es el denominado Milagro del Tentenecio.

Esto sucedió en el siglo XV, en Salamanca, España. El fraile agustino San Juan de Sahagún caminaba por una calle con pendiente que conectaba la plaza episcopal con la ribera del rio Tormes. En el recinto ferial y como consecuencia de una espantada, un toro salió del lugar y enfiló hacia el puente romano llegando a esta calle. Ahí, un grupo de niños se hallaba jugando. Ante el inminente peligro de la embestida de la res a los infantes, el fraile se interpuso en medio y expreso lo siguiente: Tente, necio. Dejad a los niños en paz. El morlaco, frenó súbitamente su carrera y volvió mansamente hacia el sitio feriante.

Este hecho, junto con el rescate de un niño que había caído a un pozo, le permitiría ascender a dicho fraile al rango de santo y en la vía peatonal donde sucedió aquello, fue bautizada con el nombre de Tentenecio. Esta leyenda pasó a ser considerada como uno de los milagros taurinos más relevantes de todos los tiempos.

 

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